Mis padres son sordos.
Sordomudos.
Yo no.
Yo soy bilingüe. En mà habitan dos culturas.
Durante el dÃa: la palabra, el discurso y la música. El ruido.
Por la noche: el signo, la comunicación no verbal, la expresión corporal y la mirada. Cierto silencio.
Cabotaje entre dos mundos.
La palabra.
El gesto.
Dos lenguas.
Dos culturas.
Dos «paÃses».
Le tiro de la falda para que me mire.
Se gira, me sonrÃe y traza un movimiento con la cabeza que significa: «¿SÃ?».
Con la cara hacia arriba, me golpeo el pecho con la mano derecha: «Yo». Me meto los dedos en la boca, los retiro y me los vuelvo a meter: «Comer».
Mi gesto es algo torpe. Se rÃe.
Desplaza la mano de arriba abajo por el pecho, como si se cogiera el corazón para colocárselo en la barriga: «Hambre». Asà se dice en el paÃs de los sordos.
SÃ, mamá. Tengo hambre.
También tengo sed. Busco a mi madre. Es la época en la que doy mis primeros pasos. Avanzo hasta la cocina tambaleándome y pierdo el equilibrio. Mi madre se gira instantáneamente y me agarra en el último segundo.
Pero no ha oÃdo nada.
Cuando me pasa algo, siempre lo siente.
No me oyen, pero ¡vaya si me ven! No puede pasarme nada. Mis padres